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teresa díaz guzmán

lluvia

llueve

«Asunto: llueve

De: la.bruja.piruja@mail.com
Enviado: jueves, 24 de abril de 2008 20:57:08
Para: bz.zb@mail.com

Llueve. Y pienso en ti. No debería, lo sé, o, al menos, no así. Pero, en noches como ésta, con el mundo llorando en mi ventana, no puedo sino echarte de menos. Extraño tu voz, arropada por el tintineo del agua. También tu contacto cálido y el vaho en el cristal cuando hablabas a la oscuridad… ¿Llueve hoy en Bilbao? ¿Huele, como aquí, a tierra mojada? Te imagino refugiándote en los soportales, en los arcos y puentes de camino a casa, sin paraguas pero con tu capucha… Aún guardo la sudadera que te dejaste. Ya no tiene tu olor pero sigue siendo tuya. Intenté devolvértela. Una vez, incluso, llegué casi a enviarla pero me arrepentí en la puerta de correos y volví a casa, paquete en mano. Estuvo tiempo y tiempo en esa misma caja hasta que un día como hoy, en que tu ausencia me dolía demasiado, abrí la caja y robé tu abrazo. En ese momento supe que no te la devolvería nunca. Aquí sigue. Lástima que sólo sea una prenda y no tú quien me acompañe… Me conformaría con saber que, de tanto en tanto, me recuerdas y sonríes, incluso que llegas a echarme de menos, aunque sea un poco, y que en algún momento de estos largos años has sentido la necesidad de oír mi voz, de verme o saber de mí… Es demasiado pedir, lo sé. Sólo me queda soñar mientras dura la lluvia. Pero no me conformo. Quiero que vuelvas a saber qué sueño, qué pienso, qué siento… y que me dejes saberlo de ti. No me cansaré de intentarlo.
Besos,
Alicia.»

llueve
Borja acabó de leer el mensaje en la pantalla de su sobremesa casi sin resuello. Inspiró profundamente y suspiró. Se echó hacia atrás en la silla y encendió un cigarro. Lo dejó en el cenicero después de un par de caladas y apagó la música que salía del ordenador. Sólo entonces volvió a leer el mensaje y le dio a responder. Pasó la mano por su pelo mojado al tiempo que se levantaba. La secó en el pantalón del chándal, antes de abrir su mochila y sacar la libreta que siempre llevaba encima. Buscó la última página escrita, la dejó sobre la mesa y se puso a teclear.

«Asunto: Re: llueve
De: bz.zb@mail.com
Enviado: jueves, 24 de abril de 2008 21:47:23
Para: la.bruja.piruja@mail.com

Transcribo a continuación las últimas palabras de mi cuaderno.
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¡Estoy empapado! Menos mal que no estás aquí porque si no seguiría todavía bajo la lluvia… Miento. Y es absurdo mentirme a mí mismo. Preferiría millones de veces estar aún mojándome contigo que sólo en este café. No he conocido a nadie más que adore tanto la lluvia… Ya, ya sé que es absurdo ponerme a escribir en este cuaderno en lugar de tratar de llegar hasta ti pero ha pasado demasiado tiempo. Aunque no puedo evitar recordarte… sobre todo cuando llueve como ahora, sin tregua, y sólo tengo un papel. Necesito un respiro para olvidarte pero no lo consigo… Pasearé de nuevo hasta la ría, como tantas veces hicimos. La lluvia y la ría, todo agua, tan igual y tan distinta a la vez, como nosotros.
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Esto tiene que ser el comienzo de algo, al menos un reencuentro. No perdamos el contacto, por favor.
Borja.»

Y antes de tener tiempo de arrepentirse, apretó el botón de enviar.

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